¿Fue el suspiro de la Luna o quizás mi imaginación al
entornar levemente los ojos por el efecto de su plateada luz?. No lo se. El caso
es que algo revolvió mi cabeza, la agitó, zarandeó el imaginario de mi
fantasmagórica memoria. Casi al instante, en total desorden, comparecieron ante
mi...
Los recuerdos son así de escurridizos, su incorpórea
inmaterialidad les permite ser esquivos para, en un santiamén, entre una
espectral calígine, acudir y manifestarse melancólicamente. Apenas dormí.
Agitado entre las húmedas sábanas empapadas de sudor rodé entre esa relación de
sucesos, escuché la narración de los acontecimientos pasados y rememoré los
momentos. Fue turbador.
Con el hálito de la mañana recuperé la consciencia. La
visión oblicua, desde mi posición, del plateado mar sobre un fondo anaranjado
me devolvió a la vida. Corrí hasta la playa y trepé entre las rocas. Entre los
grisáceos jirones de la bruma, una poderosa luz emergía cual cíclope
para
amarillear el pálido firmamento con el inmenso poder de la luz que emana su
único ojo. Mientras la pujante luminaria azuleaba el cielo y las estrellas
disimulaban su brillo, comenzó a soplar una cálida brisa que rizó la superficie
marina hasta exhalar con bravura su espiración contra el acantilado. Desde
abajo resonaba la música del eterno devenir de las olas, así quedé ensimismado
con la vista fija en el horizonte entre un desperezado entusiasmo.
que abandoné el acantilado no sin antes echar una última mirada a ese anaranjado disco que se levantaba refulgente con rapidez ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario