22 oct 2012

Tras la lluvia


Fue aquella tarde y tras la lluvia que lo vi…


Unas oscuras y algodonosas nubes luchaban por encima de las apelotonadas copas del encinar, mientras el sonido chillón de los pájaros se revolvía entre los pliegues de una increíble canción, cantada a capela, con esa redonda voz de aquella maravillosa mujer de Mali, Nana Dumbia, que sonaba en la radio.


Fue mientras el sol se levantaba, se desperezaba y luchaba y empujaba y se encendía por entre los jirones de enlutadas nubes, filtrando un luz tamizada que resplandecía entre las copas plateadas produciendo chispazos grisáceos.  Al mismo tiempo, por el oeste, la claridad aventaba con rabiosa fuerza hasta romper el blando techo ceniciento formado por cientos o, quizás miles, de racimos de nubes apelotonadas que impedían el paso, taponando el suave y colorido deslizamiento lumínico entre los reverdecidos prados y los pardos troncos envejecidos cubiertos de sonrientes musgos perlados por la lluvia. Parece que los veo sonreír con la llegada de este placentero calor residual, imperceptible y sencillo del final de la tarde…


Son de estas cosas que me gusta anotar porque me llenan de ánimo y optimismo.

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