29 jun 2014

Aquí Nace el Mundo




Aquí nace el Mundo atónito me quedo al leer el texto que aparece en grandes letras en el cartel que tengo aquí delante. La metáfora me parece grandilocuente pero juguetona.
Mientras estiro las piernas después del largo viaje, contemplo con reverencia el exuberante entorno de este mágico lugar que es el Calar del Río Mundo, y pienso que sí tiene razón la gente del lugar: Aquí nace el mundo.


Me he levantado muy pronto, quería llegar temprano, necesitaba disfrutar de este sitio en soledad, sentir el frescor que emana, escuchar los sonidos, el estruendo del agua precipitándose por la roca, el trino de los pájaros y oler los aromas … esto sólo lo puedes hacer a esa hora de la mañana en que sol aun parece desperezarse.


Me encamino por el sendero que serpentea por entre el precioso pinar de altos árboles, más cerrado por la frondosidad de las lianas. Ando con parsimonia, casi de puntillas, gozando de la brisa y atendiendo al tronar del agua.


De entre el agobiante verdor, pronto salgo a una plazoleta desde donde alcanzo a contemplar el enorme acantilado por el que emana el río. Me acerco al cauce que se precipita entre el travertino en formación, esa roca calcárea porosa que refulge como perlado con las salpicaduras.


Voy ascendiendo por la pasarela adentrándome en el roquedo. Al girar un recodo contemplo la primera gran cascada. Magnífica, el año pluviométrico no es bueno, pero da una idea de la grandiosidad de este templo.


Emocionado, me voy acercando poco a poco, como queriendo retener en la memoria, en la retina, estos instantes. Traigo también las cámaras, jajajaja, esto me da seguridad de no olvidar cosas. Las fotografías tienen eso … sirven para que los recuerdos afloren como borbotones a la superficie.


Finalmente alcanzo la parte superior, ese balcón desde donde se contempla como se desparrama un río desde un rellano rocoso a unos 50 metros de altura, esplendoroso, yo diría que casi excesivo, opulento, ¡majestuoso!.


Me siento largo rato contemplando la caida, cuantos milenios contemplan el lugar, cuanta agua se ha precipitado para formar estos conjuntos. Ensimismado en mis pensamientos, me despierto cuando oigo los silbidos y gritos de un grupo que acaba de llegar. Se rompió el hechizo … ¡yo me largo ya!, no sin antes desear buena vida a esas “grasillas” que tanto me hicieron sufrir hace unos 30 años porque no había forma de determinarlas con precisión, no cuadraban en ninguna de las Pinguiculas que anunciaban los libros de entonces … Claro, no fue hasta 1996 que Gabriel Blanca y otros compañeros anunciaron que se trataba de una nueva especie, como iba yo a imaginar eso con sólo veintitrés años.


La luz del Sol filtrándose entre los arces y los tejos me despiden del lugar.


Todo está más o menos igual que en aquellos años 80, pero más majestuoso, más frondoso y crecido. Mis pinguiculas siguen en el mismo lugar, me he alegrado de verlas.

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